Las infecciones orbitarias son aquellas que afectan la órbita ocular, el espacio óseo que rodea y protege el ojo. Estas infecciones pueden ser causadas por diversos microorganismos, como bacterias, virus, hongos o parásitos, y pueden afectar diferentes partes de la órbita, incluyendo los músculos, los tejidos conectivos, los vasos sanguíneos y los nervios.
Sintomatología
Los síntomas de estas infecciones pueden variar en función de la gravedad y la ubicación de esta, pero algunos de los más comunes incluyen:
- Dolor orbital: El dolor orbitario puede ser intenso y persistente, y puede aumentar con el movimiento de los ojos.
- Ojo rojo: El enrojecimiento del ojo puede ser generalizado o afectar solo una parte del ojo.
- Inflamación: La inflamación puede causar hinchazón del ojo y de los párpados, y puede hacer que el ojo parezca estar saliendo de su órbita.
- Fiebre: La fiebre puede ser un signo de infección generalizada.
- Malestar general: El malestar general puede incluir fatiga, debilidad y pérdida de apetito.
- Pérdida de visión: En casos graves, la infección puede afectar los nervios ópticos y provocar pérdida de visión.
Causas de las infecciones orbitarias
No obstante, estas infecciones pueden ser causadas por diversos microorganismos, incluyendo:
- Bacterias: Las infecciones bacterianas son la causa más frecuente. Pueden ser causadas por bacterias que viven en la piel, en la boca o en la nariz, o que entran en la órbita a través de una herida o una cirugía.
- Virus: Los virus, como el virus del herpes simple o el virus de la varicela, también pueden causar este tipo de infecciones.
- Hongos: Las infecciones fúngicas son menos frecuentes, pero pueden ser graves. Pueden ser causadas por hongos que se encuentran en el suelo o en el agua.
- Parásitos: Los parásitos, como las amebas, también pueden causar infecciones orbitarias.
Las infecciones orbitarias requieren atención médica urgente, ya que pueden ser graves y poner en peligro la visión y la salud ocular. El tratamiento dependerá de la causa de la infección y de su gravedad. En la mayoría de los casos, el tratamiento incluirá antibióticos, antivirales, antifúngicos o antiparasitarios, dependiendo del microorganismo que cause la infección. En algunos casos, también puede ser necesaria la cirugía para drenar el absceso o eliminar el tejido infectado.